viernes, 21 de mayo de 2010

Lecciones

Biar es un pequeño pueblo del interior de Alicante. En él, viven unas 3500 personas. Es una villa que ha sabido conjugar la tradición con la modernidad. Conserva ese agradable sabor de lo antiguo, sin dejar pasar el tren del progreso y la mejora para sus vecinos. El calendario festivo de Biar es uno de los más completos que puede encontrarse en la provincia de Alicante, ya que mantiene la casi totalidad de celebraciones de antaño. Sin lugar a dudas, las fiestas de moros y cristianos, Les Festes de Maig, son las más importantes del año.

Este año, y ya suman unos cuantos, fui invitado a compartir esas jornadas festivas con mis amigos allí residentes. Con una novedad, este año, me ofrecieron el traje de una de las comparsas para que lo vistiese y me involucrase más personalmente. Ante tal ofrecimiento, entraron en contradicción mi fidelidad a mis colores, y a las huestes de la media luna, y las ganas de disfrutar de unas fiestas maravillosas desde una posición más cercana. Después de no pocas vacilaciones, por primera vez en mi vida, dejé a un lado los rasos, fajas, chalecos, turbantes y cimitarras, y me ceñí cota de malla, túnica, cinturón y verduguillo, pasando a engrosar las cristianas filas de la comparsa de Templarios (Els Blanquets). Tuve el privilegio, además, de compartir puesto con el embajador cristiano, defendiendo la plaza de los ataques de “les espies” mahometanos.

Aparte de lo que pude disfrutar de estas fiestas, a las que no puedo dejar de mirar con cierto cariño (aún siendo más villenero que una ristra de ajos), ha surgido en mi mente una analogía, que no creo que sea muy descabellada. Me refiero, a lo que nos cuesta ponernos en el lugar del otro, del que tenemos enfrente.

A veces, nos enrocamos en nuestra atalaya, sin atender a razones, sin escuchar argumentos, que nos demuestran nuestro error y desatino defendiendo nuestra posición. Pero, amigos/as míos/as, esque no es fácil.

Hagamos todos un esfuerzo. Intentemos ponernos en el lugar del otro, del que tenemos enfrente. Intentemos entender sus razones, sus motivos.

Es muy fácil el insulto y el descrédito personal. Para destruir a quien no coincide con uno mismo no hacen falta razones ni argumentos, basta con denigrarle, calumniarle y humillarle ante cualquiera que esté mirando.

Al vestir las ropas del bando de la cruz, me sentí un poco “traidor” a mis colores. Cuando me quité el traje por vez última, me di cuenta de que había aprendido algo nuevo, de que había disfrutado la fiesta desde otra perspectiva, ya no era tan “traidor”, era un festero que acababa de conocer la otra cara de la fiesta.

Y es que, si las cosas se hacen bien, no solo no perjudican, sino que pueden llegar a enriquecernos más de lo que nosotros mismos podemos imaginar.

Aquí tengo mis trajes. A quien quiera vestirlos, se los cedo. Espero que alguien me ceda sus trajes, porque, sinceramente, me queda mucho que aprender.