jueves, 19 de mayo de 2011

Sobre lo que implica el 15M

Sé que voy a ser largo, y lo siento. Pero toca.

A ver. No tenemos que llamarnos a engaño. Los partidos políticos -todos- son herramientas.

Un partido político es una herramienta que permite obtener el poder para transformar la sociedad. No puede exixtir un partido que no se ajuste a esa definición. ¿Por qué? Porque el juego de la política consiste en convencer a la gente de que tu proyecto es el mejor para la sociedad. Compitiendo en un (permitidme la expresión, aunque es políticamente fea) mercado de ofertas programáticas. Esto es así. No hay discusión posible.

El problema gordo no es ese (aunque luego volveré sobre esto para matizar) El problema gordo es el siguiente escalón. Si los partidos son un medio para alcanzar el Poder, ¿Qué es el Poder, un medio o un fin? Esa es la pregunta que me preocupa de verdad.

Parece ser que muchos han olvidado que el Poder es sólo un medio para transformar la sociedad, y creen que el Poder es un fín en sí mismo. Lo cual es terrible, además de ser un error. Porque da lugar a la perversión de la política. Y ejemplos claros tenemos en cada uno de los políticos que son (y serán) condenados por hacer usos ilícitos de sus cargos (ojo, no hablo de imputados).

Ahora, por primera vez en España desde que yo tengo uso de razón, la política ha despertado. Hay miles de personas exigiendo que cambie el sistema. Gritando que "la clase política" ha defraudado las expectativas. Que los Partidos no funcionan. Y tienen toda la razón del mundo. La partitocracia en la que se ha convertido el sistema político español, no da solución a las demandas ciudadanas.

Es un sistema democrático, sí. Pero también injusto.


Voy a centrarme en la Ley Electoral. ¿Por qué no es tan justa como podría ser? Esa es la primera pregunta a la que debemos dar respuesta. Y tiene una respuesta larga. Muy larga. Pero fundamentalmente y simplificando, es que a los partidos mayoritarios les viene muy bien. O mejor dicho, nos viene muy bien. El bipartidismo imperfecto que existe en España (hablo de imperfecto porque sigen exixtiendo otros partidos con representacion importante) es cada vez menos imperfecto.

Quienes nos llamamos progresistas tenemos el deber moral de velar por la democracia, la justicia, y todos esos valores con los que nos llenamos la boca continuamente. No es solo cuestión de que todos podamos votar. No es cuestion de que todos podamos acudir a un juez. No es eso. Es más. Mucho más.

Los progresistas DEBEMOS defender la pluralidad ideológica, sin cortapisas de ningun tipo. Debemos defender Cámaras que sean reflejos fieles de la sociedad a la que representan. Debemos defender el valor de un voto, como herramienta, pero también corregir las desigualdades que supone votar en una u otra circuncripción. Cada uno de los votos debe tener el mismo valor que cualquier otro, se emita donde se emita. Es decir: no vale que el Kg de diputado en Madrid te salga a X y en Soria valga la mitad. Eso es democracia. Democracia real.

Los Partidos Políticos estamos en la mayor encrucijada que hemos vivido. De la respuesta que cada uno demos, depende nuestro futuro. España nos está mirando. Tenemos una responsabilidad histórica. Démonos una buena bofetada en la cara, espabilemos y hagamos lo que DEBEMOS hacer. Yo, en lo que pueda, pienso hacerlo. No tengo intención de quedarme con los brazos cruzados viendo como pasa el último tren, la última oportunidad de devolver la ilusión, la dignidad y la fé en la política a nuestra gente.

Para quién no lo sepa, lo primero es cambiar la ley electoral. Me apasiona este tema. Seguiré escribiendo sobre él.

¡Por cierto! Soy el número 3 de la lista socialista al Ayuntamiento de Agres. Y, por si a alguien le interesea, estamos poniendo en práctica, en la medida de nuestras posibilidades, lo que todos le pedimos a nuestros políticos: Tener los pies en la calle. Mirar a nuestros vecinos y vecinas a la cara, hablar con ellos y escucharles. Es sorprendente el cariño con el que te reciben y el agradecimiento que muestran porque les tengamos en cuenta. Pero ese es, solo, el primer paso.