La plaza del Ayuntamiento repleta de gente. El balcón del consistorio abarrotado.
Nervios, alegría y emociones contenidas.
Primero la infantil, casi como un pequeño aperitivo de lo que viene después.
Un castillo de fuegos de artificio que preceden, anunciando como solo la pólvora sabe hacerlo, a una gran lengua de fuego que envuelve al monumento en un abrazo mortal. Tan ansiada como entristecedora la Cremà está en marcha. Lágrimas. Sonrisas. Abanicos. Agua. Sobre todo agua.
Es una noche de contrastes. En medio de la oscuridad de la noche, la ciudad de Alicante se ilumina ardiente. Una luminosa noche, breve reinado del fuego, en el que su contrario, el agua le rivaliza en protagonismo.
Noche de contrastes, de magia, deseos, ilusiones y renacimiento. Mañana por la mañana, suando se rompa la noche y no queden cenizas de lo que hasta hoy han sido monumentales emblemas de la ciudad, comenzarán a deslizarse los carboncillos sobre el papel, renovando la promesa de Alicante con el fuego.
Día 25 de junio. Riela el sol sobre las tranquilas aguas del Mediterráneo marcando el camino de la fiesta y la tradición, invitando - a quienes quieran recorrerlo - a descubrir un maravilloso mundo.
Hasta el año que viene, en la Noche de San Juan.