jueves, 22 de enero de 2009

A vuelapluma

Creo que no es una sensación privativa mía. Espero que no lo sea, vamos. Lo digo porque hay veces que me paro a pensar y creo que en Villena muchas cosas no se han hecho bien.

No busco culpables, porque presumo que quienes han sido responsables de la evolución del municipio desde la República han obrado en conciencia, creyendo en que lo que hacían era lo que más necesitaba nuestra ciudad. Y no me refiero solo al ámbito político, porque no solo de política viven las ciudades...

Digo que presumo la buena voluntad de estas personas, pero eso no obsta para afirmar, con la ventaja de perspectiva que nos proporciona el tiempo, que algunas cosas no se hicieron bien.

Cuando tenemos ocasión de ver las fotografías de las calles de villena en los años treinta y cuarenta vemos una ciudad pequeña, con carencias importantes, pero formando un conjunto bonico. No éramos una población rica, pero vivíamos relativamente bien. Llegados los años cincuenta y sesenta, en base a un supuesto desarrollo, se sacrificó el patrimonio urbano de nuestra ciudad.

Desde ese momento, nadie, y afirmo, nadie se ha parado a reflexionar sobre lo que la Ciudad necesitaba en cada momento, de manera que ahora mismo tenemos un conglomerado de edificaciones más o menos cutres, que nada aportan a la ciudad. Ni artística ni arquitectónicamente, creando una postal estética anodina y sin gusto que de nada sirve.

Por cierto, a fecha de hoy nadie se preocupa tampoco por el interés de la Ciudad como conjunto. Y quienes se preocupan nunca tendán puestos de relevancia y poder, porque están hartos de que los intereses frívolos y personalistas de los habitantes de esta ciudad se antepongan siempre a los del conjunto de vecinos.

Yo soy joven, tengo ganas de comerme el mundo, como quien dice. Pero también hay momentos en los que me pregunto -sumido en cierto desánimo- si merece la pena dedicar la vida a intentar hacer realidad la ciudad que imagino y que creo que merece ser Villena, dado lo ingrata que resulta esa faena.

He tenido ocasión de conocer a gente enamorada de nuestra ciudad y todos han coincidido en una cosa: es una ciudad dejada. No ha tenido tutores que hayan velado por su interés, de manera que hoy es un conglomerado de edificaciones, calles y plazas con cuatro cosicas, y que subsiste gracias a esos fantásticos seis días de septiembre, que hacen renacer ese espíritu villenero que ha hecho tan famosa y querida a esta ciudad doquiera ha estado cualquiera de sus hijos.

Ha llegado un momento en el que no tenemos más opción que plantarnos y exigir que, quienes estén en posición de hacerlo, se dejen de intereses privados (familiares, económicos, partidistas o de cualquier otro tipo) y hagan un ejercicio de responsabilidad colectiva: recuperar Villena.

Y los primeros, los villeneros y villeneras. Nuestra Ciudad nos ha dado mucho, pero somos ingratos con ella. Ahora toca devolverle las atenciones y cuidados que la mami Villena nos ha regalados siempre.

Continuará...

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